Me sobrecogió el silencio
visitando el camposanto.
Escuché solo el sonido
del gélido viento azotando.
Las bellas flores las ves
como encogidas, temblando
sin perfume, están ausentes,
desmayadas sobre el mármol.
Ni los pájaros le brindan
ningún trino, ningún canto.
Están como aletargados,
esperando una sonrisa
de los que allí llegamos.
Guardianes son los cipreses,
sombríos centinelas,
impasibles vigilantes,
lugar donde todo es calma.
Son ellas, las amapolas,
las únicas que respiran.
tímidas dan su color
tras las tumbas escondidas.
Esta soledad inmortal,
mezcla de dolor y olvido,
se ha incrustado en mi alma
recordando mi destino.
Lechos fríos y sombríos,
yertas, las cruces de mármol,
acunados por los siglos,
inmutables, silenciosos
impasibles y callados.
Isi Ruiz Gallego-Largo.