La noche tiene mil ojos
En este otoño de la vida,
cuando el atardecer reposa lento,
la luz se extingue en el ocaso,
los árboles dan sombras de fantasmas.
En la noche solitaria,
el sonido de los sauces
agitando su enramada.
Me abro paso como en sueños,
oigo voces muy lejanas,
ligeros sonidos de antaño.
Se perfilan clamores, ecos,
sombras, cantos, brumas,
rumores indeterminados,
y no distingo su acento.
En la sombra del camino,
luces muy tenues rosadas,
nada revela quién llega,
no descubro quién me llama.
Con sigilo me rodean
cual sutil canción quebrada,
me hacen pronto recordar
que la noche no es solitaria.
¡Qué hechicero su sonido!
es tan dulce y cálido!
Seducen los latidos
lentos de mi propia alma.
Yo sola en la madrugada
descubro quién me llama:
es una lluvia finísima
cayendo sobre mis hombros,
acariciando mi cara,
y un vientecillo atrevido
enredándose en mi cuerpo
como una estola de martas.
La lluvia y el viento son.
Ellos son quienes me llaman.
Sigo caminando sola
sin saber qué voy buscando.
Mi rumbo no se detiene,
¿dónde llegaran mis pasos?
En la noche solitaria.
Isi Ruiz Gallego-Largo
Isi Ruiz Gallego-Largo
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